miércoles, 18 de febrero de 2009

Lili

Por fin sábado. Un sábado sin mayores pretensiones que dormir algo más de lo habitual, sobre todo después de una semana de viajes y cursos. Un día perfecto para olvidarme de conflictos, negociaciones y demás historias.

Sábado, ocho de la mañana. Oigo la puerta de la habitación con su sonido característico de "puerta necesitada de 3 en 1". Alguien se acerca pero no me atrevo ni a abrir los ojos. No me atrevo porque ya imagino por dónde van a ir los tiros. No estoy para nadie.

"Papi, papi, despierta..." oigo una voz que apenas reconozco, seguida de un cada vez más insistente empujón. "Papi, papi... tengo algo que decirte, despierta". Creo que mis intentos de hacerme el muerto no tendrán mucho éxito este sábado. Abro un ojo. "¿Qué quieres a estas horas? ¿No puedes contármelo luego?".

"No, imposible. Tiene que ser ahora. Ahora mismo. Ya." Por el tono debe ser importante. Abro el otro ojo (y cierro el compañero). "Cuéntame".

"Quiero un canario".

canario

"Ya y yo un coche nuevo. Vuelve a la cama, por favor." "He dicho que quiero un canario. Necesito un canario."

"No"

"Si"

"He dicho que no"

"Y yo digo que quiero un canario y punto".

"NO y punto y final, a tu habitación"

La puerta se cierra (de hoy no pasa engrasar las bisagras). Y cuando me dispongo a cerrar el ojo superviviente, con el ruido de llantina característico de fondo, me entra la responsabilidad paterno-profesional. A lo mejor es un buen momento para practicar algo de negociación. Y ya que estoy despierto, aprovechemos el sábado.

Negociar con niños. Uhmmm (esta interjección quiere llevar al lector hacia alguien pensando, con aspecto interesante y que, a pesar del madrugón, se mantiene en buena forma).

Por otro lado, acabo de leer en algún sitio que las personas humanas, casi todos ustedes y yo, empezamos a aprender habilidades de cooperación cuando pasamos el umbral de los siete años. Empezamos a negociar a esta edad. Negociar de verdad. A esas edades podemos empezar a darnos cuenta de que si los demás consiguen algo de lo que quieren, nuestro beneficio también puede aumentar.

Hummm, interesante (nótese la presencia de la h, creo que el lector adivina que mi nivel de profundidad en lo pensado va adquiriendo un grado apreciable). ¿Podré sacar algún provecho de todo esto? Pongamos en marcha la máquina de negociar.


¿Por qué negociar?

En caso de conflicto, y cuando tenemos una relación con la otra parte, la negociación es la mejor manera de preservarla. Una negociación en términos cooperativos, por supuesto. Si la relación es importante para nosotros buscaremos un estilo negociador que sepa ver nuestros intereses y también los intereses de la otra parte. Buscaremos un estilo que proteja la relación y que la afiance, que salga potenciada, en definitiva.

Y lo que no quiero es negociar con mi hija en un estilo "yo gano, tú pierdes" (y te quedas sin canario) que dañaría la relación y nuestra confianza mutua. Y aunque, no todo es negociable (no negocio con ella en temas de salud, comidas, higiene, seguridad y cosas así), se puede considerar el tema del canario como una materia "negociable".

Un canario. La verdad es que no me hace la menor gracia. Un animalillo enjaulado, aburrido, dependiente no es la idea que tengo de una mascota. Ya lo dice el refrán "más vale pájaro volando que ciento en mano". Si lo pienso de esta manera, no hay ninguna posibilidad de aceptar la propuesta de mi hija,

Un momento. Stop. Error (aquí me gustaría poner algún sonido tipo sirena o de esos que se oyen en los concursos de televisión cuando un concursante falla una respuesta, pero no encuentro las teclas que me lo permitan).

Olvida las posiciones, céntrate en los intereses.

El canario no es más que una posición, en modo positivo o negativo. ¿Es qué no has aprendido nada? Si pensamos en el canario como lo que estamos negociando, lo llevamos claro. Olvídate del canario, piensa en los intereses.

Si buscamos los intereses de las partes, más allá del canario, no tardaremos en hacer una pequeña lista de intereses compatibles sobre la que trabajar. Por ejemplo:

Mi hija:

  • quiere presumir ante sus amigas
  • quiere cuidar de algo, sentirse responsable de alguna cosa
  • quiere compañía (es hija única)

Yo:

  • quiero que sea responsable
  • quiero que no se aburra
  • quiero que aprecie la naturaleza y aprenda de ella

Desde el punto de vista de mi hija, sus intereses conforman su posición (ella ve el canario como la pieza que le falta para satisfacer sus deseos). Sin embargo, mi posición (un no tajante) no se corresponde con mis intereses. A ver si voy a estar equivocado.

O quizás, la respuesta no es el canario, teniendo en cuenta que no me gustan los animales en jaula. Vamos al siguiente paso:

Busca posibilidades de llegar a un acuerdo.

Visto lo visto, lo siguiente es convocar una reunión urgente. Me acerco sigilosamente a su habitación, con la prevención lógica de un padre que teme una reacción violenta de una niña enfadada en forma de lanzamiento de "killing barbie".

"¿Podemos hablar?"

"¿Para qué? si no me escuchas..." (frase favorita en estas edades, a la que seguirán otras mundialmente reconocidas del tipo "yo no pedí nacer", aunque esa es otra historia).

"¿Podemos intentarlo? Si me dejas un momento te explico qué podemos hacer. Si lo hacemos bien, los dos saldremos contentos."

"¿Voy a poder tener el canario?" "Espera, no vayas tan aprisa. Vamos a pensarlo bien. El problema es que a mi no me gusta tener a un pobre animal en una jaula, pero para ti tener un canario es importante ¿no?" "Sí, yo lo que quiero es un canario" "Entonces, ¿podemos encontrar una solución donde tú tengas un canario y yo no tenga remordimientos en mi conciencia (creo que mi hija no entendió muy bien cómo se puede uno morder dentro de la cabeza)?" "Buff, creo que tendré que despedirme del pájarito. ¡Qué injusticia!"

"Hagamos una cosa: ponte a pensar, habla con tus amigas y, seguro, que encontráis una solución. Si la solución nos gusta a todos, el canario es tuyo".

Cielos. En el momento de pronunciar la palabra "todos" siento haber vuelto a cometer el clásico error de libro. Nos hemos olvidado de las terceras partes. Necesitamos una estrategia directamente enfocada a quien puede hacer del compromiso una tarea imposible. Me refiero, naturalmente, a la madre de la criatura. ¿Sus intereses en este caso dónde quedan? Malparados:

"Tú y tus jueguecitos. Al final, seré yo quien cuide al bicho, limpie la jaula y le alimente. Vete olvidando del tema." imagino. Se detecta el peligro a pocas millas de la costa, con el torpedo a punto de acabar con un compromiso.

"¿Te parece bien intentarlo? Si quieres, mañana por la mañana me traes un papelito con vuestras ideas. Pero, recuerda que esas ideas nos deben gustar a todos, incluída a mamá."

Un compromiso que pueda cumplirse.

El sábado discurrió con normalidad y, la verdad, pensé que el reto en esta negociación sería insuperable. Estaba casi convencido que al día siguiente la idea del canario habría pasado a mejor vida. Por lo menos, había quedado como padre moderno y dialogante.

Nada más lejos de la realidad. A veces tus prejuicios se imponen y corres el riesgo de menospreciar a tus interlocutores y su capacidad para sorprenderte.

Domingo. Ocho de la mañana. Habían pasado veinticuatro horas desde el inicio de las hostilidades y llegó el momento de firmar el armisticio con un acuerdo satisfactorio para todos. O eso creo que quiso decir mi hija con la frase: "Papá, vete vistiendo que nos vamos a por el canario"

"Aquí tienes un papel firmado por mis amigas (colaboradoras inestimables) y yo."

"Veamos. Mmmm." (definitivamente, esta m refleja más interés que las otras).

"¿Qué te parece?"

"Sólo puedo decir una cosa: ¿de qué color quieres que sea el canario?"

Para mi sorpresa, la solución propuesta cubría bastante bien el objetivo de todo compromiso: que sea satisfactorio para ambas partes, que se pueda cumplir, que sea realista y que esté correctamente explicado.

nota negociacion con niñosEl papel recogía el siguiente contenido:

Cara A: "Que cuando tengan hijos vamos a soltar a los padres y así sucesivamente" Firmado por María B.M., María P. y Eva.

Cara B: "Limpiar la jaula, darle de comer, darle de beber y comprar juguetes." Firmado por María B.M., María P. y Eva.

En definitiva, lo que me proponían era que, por un lado, mi hija conseguía su canario y por otro, sus amigas iban a "negociar" con su padre la adquisición de otro ejemplar (de distinto sexo, se entiende). Posteriormente, los juntaríamos y formarían una bonita familia. Efímera, por otro lado, al tener que liberar a los progenitores por imposición de otro padre exigente al que no le gustan los barrotes.

El resultado: Lili, la nueva mascota asustadiza de la familia (y que no canta).

lili el canario negociado

Para terminar, esta historia no hace más que confirmar dos cosas: una que la negociación con niños es posible si confiamos en su creatividad y dos que, al final, quien se encarga de limpiar la jaula siempre será la madre.

No hay comentarios:

Publicar un comentario