martes, 13 de octubre de 2009

No sos vos, soy yo

Hace pocos años tuvimos la ocasión de disfrutar de la película hispano-argentina “No sos vos, soy yo”, con un argumento plagado de conflictos internos y externos, rupturas de pareja de por medio y la pregunta eterna del “¿qué quiero hacer con mi vida?” en boca de los protagonistas.

no sos vos

La película toma como título la tradicional fórmula utilizada para romper por parejas de medio mundo (el otro medio mundo utiliza la fórmula inversa en forma de “no soy yo, eres tú”, con resultados mucho más catastróficos) y nos sirve como un buen punto de partida para profundizar en las negociaciones más íntimas.



Maestros de la consabida frase hay muchos, verdaderos expertos, pero seguramente el más conocido sea quien se autodenomina su inventor, George Constanza, popular neoyorquino integrante de una cuadrilla de urbanitas sin remedio, con su “It’s not you it´s me”

Hay muchas formar de romper, de acabar con una relación. Me da la impresión de que la forma de terminar una relación desenmascara el modo de afrontar un conflicto. Las parejas se rompen constantemente, para gran suerte de abogados de familia, y lo pueden hacer de forma amistosa o con violencia. En otros casos, las partes se acomodan a la situación, se llegan a acuerdos de mínimos, no se afrontan los problemas o se hacen públicos y se llevan hasta los tribunales. Sin duda, la forma que tenemos de romper contratos, legalizados o no, dice mucho de nuestra manera de manejar los conflictos.

Y la mayor parte de las veces, los conflictos aparecen, o como mínimo se acentúan, apuntando como máxima culpable a la manera en que nos decimos las cosas. Lo que lleva al deterioro de la relación, casi siempre, es la comunicación.

Y todo esto viene al caso por un estudio realizado por un equipo de psicólogos de la Universidad de Auckland, Nueva Zelanda, y citado en el número de junio del Newsletter del programa de Negociación de Harvard, que ha analizado en un trabajo de campo a una muestra de parejas y su forma de comunicarse. Más concretamente, el estudio trata de analizar cómo se consiguen cambios de actitud ante un problema cotidiano y hogareño.

El estudio ha detectado cuatro tipos de comunicación, cruzando dos variables: lo directo de la comunicación y el tono del mensaje. Un ejemplo de cada una de las variedades sería:

Razonamiento racional (comunicación directa + tono positivo): “Me gustaría que me ayudaras a hacer las tareas de la casa. De esta manera, terminaríamos antes y podríamos dedicarnos a cosas más productivas”
Coerción (comunicación directa + tono negativo): “¿Por qué tengo que ser yo quien siempre haga la limpieza? A mi también me gustaría quedarme todo el día en el sofá, así que muévete ahora”
Persuasión suave (comunicación indirecta + tono positivo): “Me encanta cuando hacemos las tareas de la casa juntos y luego podemos disfrutar de más tiempo para nosotros”
Manipulación (comunicación indirecta + tono negativo): “Estoy agotad@. Es un martirio tener que hacer yo sol@ todas las tareas de la casa”

Según el estudio, inicialmente las personas que se enfrentan a los problemas cotidianos mediante una comunicación indirecta y con un tono positivo son más proclives a lograr un cambio de actitud en su media naranja, aunque, siguiendo al mencionado estudio, a la larga la comunicación más directa logra mejores resultados, sin influir demasiado el tono de la conversación.

Llevando el resultado ya al terreno de la negociación en general, se me ocurre que, a medida que avanza la relación con la otra parte, podemos permitirnos ser más directos en nuestras demandas, pero también me parece que el tono sí influye. Un tono positivo siempre hará más fácil la creación del clima cooperativo necesario para la resolución conjunta del problema.

Eso creo yo pero si no están de acuerdo, por favor, por lo menos, digánmelo de forma cariñosa.

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